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Christiana Borchart de Moreno

“El favor de la Corte abre todas las puertas”. Aspectos políticos del viaje americano de Alexander von Humboldt

Resumen

Los estudios del viaje se centran en las experiencias, publicaciones y aportes científicos de Humboldt.
El artículo estudia la situación política española en 1799, la posición y el influjo del poderoso ministro Urquijo, cuya caída y sus eventuales consecuencias en territorios americanos, son mencionados en forma pasajera y preocupada por Humboldt. Se transcribe el inusual registro de Humboldt como pasajero de la corbeta Castor, con detalles, algunos tergiversados, sobre el influjo de Georg Forster en su formación, su continuado empleo prusiano, su avance hacia territorio portugués y las dudas por la velocidad del viaje. Estos datos, junto con algunas críticas en Quito, contemporáneas y posteriores, así como problemas de al menos dos de sus interlocutores con la Inquisición limeña, ofrecen una “mirada americana”, ciertamente parcial, a Humboldt y explican, posiblemente, los pocos datos y la percepción negativa de su estadía en Lima.

Zusammenfassung

Die Humboldtstudien erforschen vorzüglich die Erfahrungen, Veröffentlichungen und wissenschaftlichen Beiträge seiner Reise. Der Artikel befasst sich mit der politischen Situation Spaniens im Jahr 1799, dem Einfluss des mächtigen Ministers Urquijo, dessen Sturz und die eventuellen Folgen in Amerika, von Humboldt besorgt, wenn auch nur kurz erwähnt. Der ungewöhnliche Eintrag im Logbuch der Korvette Castor mit detaillierten, teils verdrehten Daten zu Humboldt, den Einfluss Georg Forsters auf seine Ausbildung, sein weiterbestehendes preussisches Dienstverhältnis, sein Vordringen auf portugiesisches Gebiet sowie die Geschwindigkeit seiner Reise, ergibt, zusammen mit teils zeitgenössischen, teils späteren Kritiken in Quito sowie den Problemen mindestens zweier seiner Gesprächspartner mit der peruanischen Inquisition, einen, sicherlich parteiischen „amerikanischen“ Blick auf Humboldt und erklärt möglicherweise die wenigen Daten und seine negative Sicht auf den Aufenthalt in Lima.

Abstract

Humboldt research concentrates on the experiences, publications and scientific contributions of his voyage. This article discusses Spain’s political situation in 1799, the influence of powerful minister Urquijo, his fall and eventual consequences in America, as mentioned shortly but with a certain concern by Humboldt. The unusually detailed Callao log-book register with partly misleading information on Humboldt, Georg Forster’s importance in his education, his ongoing services to the Prussian king, his advance on to Portuguese territory and the speed of his voyage, together with certain criticisms in Quito, some during his stay, others some years later as well as problems with the Peruvian Inquisition of at least two of his Lima interlocutors offer an “American”, though certainly partial view on Humboldt and may explain his limited journal information and negative vision of the Lima sojourn.

Con la experiencia de su expedición americana que se había iniciado en La Coruña en junio de 1799, Humboldt, en la carta a su amigo Karl Ludwig Willdenow, escrita en La Habana el 21 de febrero de 1801, afirma:

El recibimiento que se me hace en las colonias españolas es tan halagador, que el hombre más aristocrático y el más vanidoso no podría desear algo mejor. En los países donde no hay conciencia pública, donde todo está sometido a la arbitrariedad, el favor de la Corte abre todas las puertas. El rumor de que yo he sido distinguido por la reina y por el rey de España, las recomendaciones de un nuevo ministro todopoderoso, don Urquijo, ganan todos los corazones. Nunca, que se recuerde, un naturalista ha podido actuar con tanta libertad (Humboldt 1993, 126; Humboldt 1989, 67).1

Recién en septiembre de 1801, en el día de su partida de Bogotá, Humboldt se enteró que el destino de su coetáneo y todopoderoso amigo había cambiado por completo a finales del año anterior. Su informante, Vicente de Emparán, el gobernador de Cumaná, le expresó su inquietud y el mismo Humboldt tuvo ideas “welche mich über mein Schicksal ungewiβ machen konnten.” (Humboldt 2003, t. I, 119, t. II, 420).2 El momento de la llegada de esta información a manos de Humboldt es algo inusual. Aunque la comunicación entre Cumaná y Bogotá debe haber sido complicada y larga, es poco probable que una noticia de tanta importancia no haya llegada ya hace tiempo a las autoridades de la capital del Virreinato. Cabe la pregunta acerca de las circunstancias que motivaron este retardo en informar a los viajeros de un suceso que era de su interés, dado el papel que el ministro Urquijo había jugado en la concesión de la licencia real.

Mariano Luis de Urquijo, Secretario de Estado, cuestionado por sus decretos en materia eclesiástica, acusado por algunos de ser un agente británico, por otros de simpatías jacobinas, había sido destituido el 13 de diciembre de 1800 con orden de confinamiento en su ciudad natal, Bilbao.3 En marzo fue enviado, como prisionero, a la ciudadela de Pamplona, donde estuvo encerrado un año, seguido de un nuevo confinamiento en Bilbao y, finalmente, en 1804, de la orden de destierro del País Vasco junto con su padre. Así terminó abruptamente una fulgurante carrera que le llevó de estudiante atrevido que, en 17914, tradujo y publicó, “La muerte del César”, obra de Voltaire condenada por la Inquisición, a oficial en la Secretaría de Estado, desde agosto de 1792, y donde siguió haciendo carrera a pesar de la inclusión de su traducción en la lista de obras prohibidas por la Inquisición. Llegó al cargo de secretario de Estado, desde agosto de 1798 como sustituto del enfermo Francisco de Saavedra y, desde febrero de 1799, momento de conflictos con el embajador francés en Madrid y reclamos del Directorio por su presencia, reemplazó a éste, con nombramiento interino (Romero Peña 2011 a, 56–69; Romero Peña 2011 b, 112–115).

Es de interés anotar algunos detalles que posibilitaron semejante ascenso después de enfrentar abiertamente a la Inquisición, un “gesto suicida”, superado por “el funcionamiento de las redes clientelares y de patronazgo de la época, que tenían en Manuel Godoy a uno de sus puntales” (Romero Peña 2017: 270). En 1792 el protector de Urquijo era el conde de Aranda, “el volteriano español más conocido”, secretario de Estado, a quien Manuel Godoy sustituyó en 1794, para luego ordenar su separación de todos los cargos y su confinamiento en Jaén. Estos cambios de destino de altos funcionarios ilustrados no eran inusuales, como lo demuestra la suerte de Jovellanos quien, al poco tiempo de encabezar la Secretaría de Gracia y Justicia fue destituido en agosto de 1798, recluido en su natal Gijón y, a partir de 1801, en Mallorca (Romero Peña 2011 a, 59; Puig-Samper 1999, 334).

La llegada de Humboldt y Bonpland a Madrid, en febrero de 1799, coincidió con el ascenso de Urquijo al cargo de mayor importancia para las aspiraciones de los dos investigadores. La persona mejor ubicada para establecer el contacto inicial era el embajador de Sajonia, Phillip von Forell, un personaje ilustrado y apreciado por sus conocimientos de mineralogía, vinculado a los círculos científicos de la capital y amigo de Urquijo. Personalmente, Forell ya había experimentado los vaivenes de la política española, ya que tuvo que abandonar su cargo, entre 1793 y 1795, por protestar contra el arresto de un criado suyo acusado de ideas “democráticas y jacobinas” (Puig-Samper 1999, 330, 332). La tertulia de la condesa de Montijo, importante círculo de intelectuales al que Humboldt fue admitido de inmediato, no corrió mejor suerte, ya que, a partir de 1801, con la destitución de Urquijo, se inició una fuerte reacción eclesiástica contra lo que se designaba como neojansenismo que terminó con la disolución del círculo y, en 1805, con el destierro de la condesa de la Corte (Franco Rubio 2011; Martí Marco 2008: 19).

En este contexto de tensiones y obvias luchas por el poder e influjo en la Corte, sorprende el documento que, junto con la Memoria redactada para explicar y justificar las metas del viaje, Forell hizo llegar a manos de Urquijo: Noticia sobre la vida literaria de Mr. de Humbold comunicada por él mismo al Barón de Forell. Era, por cierto, importante dejar constancia de sus estudios y experiencias en diferentes áreas así como de la renuncia a sus funciones oficiales en Prusia; menos afortunado parece, en cambio, el papel destacado que otorgó a su viaje con Georg Forster, en 1790, y el decisivo influjo que éste tuvo en su formación (Puig-Samper 1999, 336, 338).5

G. Forster (1754–1794) había adquirido fama internacional con la publicación de sus experiencias en el segundo viaje de James Cook. En 1789, como estudiante en Göttingen, Humboldt había conocido al famoso viajero e investigador, ahora bibliotecario en Mainz; donde luego le visitó al realizar un viaje con su compañero de estudios, el holandés Steven Jan van Geuns (1767–1795) por algunas regiones alemanas (Kölbel et al. 2008, 12–13).

En una carta de 1791 Humboldt dejó constancia de la importancia que el viaje con Forster, de abril a junio de 1790, por el bajo Rin, Brabante, Flandes, Holanda, Inglaterra y Francia, tuvo para su entrada en los círculos de los más conocidos científicos del momento:

El nombre de Forster me abrió las puertas en todas partes y, en pocas semanas conocí a tantas personas excelentes que quizás yo solo no hubiera conocido en tantos años (Kölbel et al. 2008, 14).

G. Forster publicó un detallado relato de su viaje, con anotaciones científicas, datos sobre las diversas poblaciones, bibliotecas y colecciones visitadas, y reflexiones sobre las diferencias económicas, políticas y sociales entre las regiones. Al poco tiempo de su muerte en París, en enero de 1794, su obra fue traducida al francés por Charles Pougens y publicada en París (Forster an III). Muy pronto el texto francés de un autor tan famoso habrá circulado en España, donde debe haber despertado el interés entre los ilustrados. Sería de interés conocer la reacción de círculos conservadores, tanto políticos, como religiosos y militares, frente a un texto que fue prohibido recién, al poco tiempo de la caída de Urquijo, con un edicto del 18 de marzo 1801. El “Suplemento al índice expurgatorio” cita la obra de la siguiente forma:

Forster (Jorge): Voyage philosophique et pittoresque sur les rives du Rhin. Obra impr. en París año 3 de la Repúbl. Franc. en 2 tom en 8° mayor, traducido del alemán al francés por Cárlos Pougens (Suplemento al índice, p. 21)

En la introducción, el traductor ofrece un corto resumen de la vida de G. Forster. Al regresar del viaje con J. Cook, los problemas resultantes de su visión crítica de la corte y la aristocracia inglesas y, en general, de un país “corrompido por la avaricia”, le motivaron instalarse en el continente, finalmente en Mainz (Maguncia) donde presenció la ocupación por parte de las tropas revolucionarias francesas. Según Pougens, habría sido el primero en propagar, en Alemania, las ideas republicanas; se convirtió en miembro de la Convención de Maguncia y su delegado para solicitar en París la incorporación del territorio, mientras tanto recuperado por tropas prusianas, a la República Francesa. Según Pougens: “Nul ne professa jamais des príncipes plus révolutionnaires”. (Forster an III, tomo I, VII, X, XIV).

En el texto del propio Forster así como en las notas de pie de página, a veces escritas por el mismo traductor, se encuentran múltiples y muy duras críticas a un sinnúmero de aspectos de las regiones visitadas. A modo de ejemplo se pueden citar la aridez de la vida monástica; el excesivo número de clérigos; la fe ciega en las reliquias; pinturas de temas religiosos; la intolerancia católica, pero también los reyes, príncipes, ministros y más cómplices de la realeza así como “ce mépris stupide que la sottise et l’impuissance professent si ouvertement pour les lumières de la raison” o “le spectacle de plusieurs billions d’individus assez stupides, assez dégradés pour livrer lachement leur liberté à une centaine d’autres individus qu’on appelle rois (Forster an III, tomo I, 24, 73–74, 80, 83, 212, 270–271). En ninguna parte la ignorancia era más absoluta que en Bruselas; la región de Brabante era famosa por su ignorancia, apreciación seguida por un discurso negativo sobre Felipe II y el duque de Alba (Forster an III, tomo II, 1, 5, 9). Con frecuencia, Forster escribe “nosotros”, pero Humboldt es mencionado solo una vez como “notre savant ami A. v. H.”. (Forster an III, tomo I, 46).

Desde el inicio, el viaje americano despertó mucho interés y el público podía informarse de los pormenores a través de diferentes publicaciones periódicas en varios países, entre ellos los recién fundados Anales de Historia Natural (1799–1804) en Madrid6, con cuyos editores Humboldt había establecido amistad a su llegada a la capital española. Allí se publicaron algunas de sus cartas, pero ningún artículo sobre su persona, su formación, sus planes (Martí Marco 2008; Rebok 2002). Los Anales tenían suscriptores en América, como lo pudieron comprobar los viajeros en Bogotá (Martí Marco 2008, 24). No cabe duda que, en algunos círculos, sus contactos y amistades, sus cartas enviadas a Francia, a personajes como Emmanuel-Joseph Sieyès quien, según el mismo Humboldt, “a eu beaucoup d’amitié pour mon frère et moi” (Humboldt 1994,77,79); a científicos franceses que habían tenido un papel activo en la Revolución Francesa, como Fourcroy, o eran conocidos como ateístas y masones, como Lalande (Humboldt 1989, 26–32, 34–37, 47–51; Humboldt 1993: 67–79) habrán levantado sospechas y causado rumores que, en vista de la licencia real, no se habrán formulado públicamente.

En este contexto sorprende la escasa información oficial sobre el viaje de los dos investigadores, a pesar de que existían comunicaciones entre las autoridades de los diferentes territorios recorridos por los científicos y con la metrópoli. Prueba de ello es la carta reservada del virrey de Santafé, enviada a España a los pocos días de la llegada de Humboldt y Bonpland. En esta carta, a la que se añadió una copia del pasaporte, menciona el aviso que le había enviado el gobernador de Cartagena. Por su parte expresa cierta reserva ante la presencia de dos científicos extranjeros tan bien formados, aunque el comportamiento de ambos no daba lugar a sospechas. No relata mayores detalles, más allá del interés por los trabajos de Mutis y su equipo y los futuros planes de viaje, fuera de mencionar las comunicaciones enviadas a otras autoridades para que observen e informen de todos los pasos y tomen providencias en caso necesario.7 Las principales etapas del viaje quedaron registradas mediante las anotaciones y sellos puestos en el pasaporte por las autoridades locales, especialmente en los puertos, tal como el permiso de salida de La Coruña, las llegadas a Cumaná y a La Guaira, este último registro con la orden de presentar el pasaporte al capitán general en Caracas. Las anotaciones hechas en Trujillo, Lima, Guayaquil, Acapulco y Ciudad de México ordenaban el “pase”, acompañado en Lima con una referencia a la “importante y laboriosa comisión” y en Trujillo y Acapulco con la expresa recomendación a todos los funcionarios de prestar los necesarios auxilios a los viajeros. Solo en Trujillo fue registrado el tercer miembro del grupo, Carlos Montúfar Larrea. Algo inusual parece el registro hecho en la Real Contaduría de Popayán, puesto que no se trataba de una ciudad portuaria ni del paso fronterizo entre virreinatos (Humboldt 1989, 220–222).

Parece poco probable que ninguno de estos funcionarios, con excepción del virrey Mendinueta, haya mandado un informe a la autoridad superior de su distrito administrativo o de la metrópoli. De importancia para las autoridades españolas debería haber sido el viaje al alto Orinoco y al río Negro, hasta la frontera con los territorios controlados por los portugueses. El capitán general de Venezuela había manifestado su especial interés por conocer los resultados de esta exploración. Humboldt, consciente de los conflictos entre ambas coronas, no solo mandó la información requerida, sino que dejó expresa constancia de haber llegado hasta el fuerte de San Carlos de Maravitanos, muy cerca del de San José de Maravitanos en territorio portugués. También tomó la precaución de mencionar, además del comandante de San Carlos, a otro testigo, el comerciante gaditano y capitán de milicias Nicolás de Soto, cuñado del gobernador de Barinas, quien se había unido a los dos investigadores (Humboldt 1993, 92–99). En la carta a Willdenow, redactada en La Habana en febrero de 1801, se encuentra una versión algo diferente, según la cual fueron los portugueses quienes le impidieron avanzar hacia el Amazonas (Humboldt 1989, 58–63; Humboldt 1993, 127, 352; Humboldt 2000, 239, 589). Para el caso quiteño cabe mencionar que no se han encontrado indicios de algún informe enviado a España, ya que faltan los “libros copiadores” de la Audiencia correspondientes a los años 1802 y 1803.8 Por lo tanto, por menciones del propio Humboldt, solo sabemos de las cartas de recomendación que el virrey del Nuevo Reino de Granada, Pedro Mendinueta y Múzquiz, había enviado a las autoridades de Popayán, al presidente de la Audiencia de Quito, barón de Carondelet, y al regente de la audiencia de Lima, así como su informe sobre las minas de sal de Zipaquirá, elaborado a petición del mismo virrey y enviado por éste a España (Humboldt 1993, 195; Humboldt 2003, t. I, 97, 100–104, 119).

Para la recepción y los contactos en cada lugar, la principal información, hasta el momento, proviene de los diarios y de la correspondencia de Humboldt, anotaciones que permiten observar diferentes actitudes, tal como los percibió el autor. En la mayoría de los lugares los viajeros fueron bien recibidos, a veces hasta con entusiasmo y honores; muchos de sus interlocutores estaban interesados y dispuestos a compartir sus ideas y sus conocimientos sobre los temas de interés para los viajeros. Para la entrada a Bogotá se había preparado un desfile con carrozas tiradas por seis caballos, seguido de reuniones en la casa de Mutis, una recepción en la casa de campo del virrey y excursiones a varios puntos de interés (Humboldt 2003, t. I, 92–114). Mendinueta y Múzquiz, militar por su formación y carrera, virrey de 1797 a 1803, era considerado un hombre ilustrado y trabajador, preocupado por el fomento de las exportaciones y de las investigaciones. Uno de sus intereses era la cartografía del Nuevo Reino, indispensable para su desarrollo (Ceballos Gómez s. a.). En relación con este tema se perciben ciertos desacuerdos relacionados con el mapa del río Magdalena, levantado por Humboldt quien había autorizado a Mutis hacer una sola copia. Se enteró que el cartógrafo español Cabrer había elaborado otra copia para el virrey quien, en 1804, a su vez, negó haber enviado copias a Cartagena y a España (Humboldt 2003 t. I, 78, 115; t. II, 414).

Cabe señalar, sin embargo, que detrás de las suntuosas recepciones había otras reacciones e intenciones que, recientemente, han sido descritas en un artículo titulado “En compañía de Humboldt y Bonpland” (2018) y que, junto con cuatro artículos, todos ellos sin mención de autor, forma parte de “Ojos en el cielo, pies en la tierra”, el libro-catálogo que, junto con un sinnúmero de ilustraciones y una amplia lista de fuentes primarias y bibliográficas, acompañó la reciente exposición sobre la vida y obra de Francisco José de Caldas en el Museo Nacional de Colombia.9 Según este texto, la noticia de la llegada de los científicos europeos a Cartagena provocó, más allá del interés por conocer a los ya famosos viajeros, reacciones adversas:

El grupo de Caldas se sintió vejado con la presencia de extranjeros explorando el reino sin la compañía de científicos nacionales. Argumentaban que Jorge Juan y Antonio de Ulloa se habían agregado a la Expedición Geodésica, como Hipólito Ruiz (1754–1816) y José Antonio Pavón (1754–1844) a la del Perú y Chile (1777–1788), una y otra de iniciativa franco-española. En Santafé se debía corregir el supuesto error cometido en Madrid. Santiago Arroyo planteó proponerle al virrey Pedro Medinanueta (1736–1825) que Caldas se uniera a los europeos. Mutis haría de embajador. Actuaban como señores de sus tierras, por nacimiento o por adopción. Ningún peninsular o europeo extraño al grupo compuesto por ellos y por Mutis podía atreverse a revelarle al mundo las novedades de Nueva Granada (En compañía … 2018, 38).

El favor de la Corte no solamente abría todas las puertas, sino que también protegía a los favorecidos de imposiciones por parte de las autoridades coloniales de cualquier rango. Mutis, consciente de estas restricciones, buscó otra vía para defender los intereses de los científicos neogranadinos, por lo cual

Protegió a Caldas porque reconocía su genio como astrónomo y cartógrafo. Además, le interesaba defender la prioridad de su Expedición en la exploración de la Nueva Granada, frente a Humboldt como frente a Caldas. Así fue como se adhirió y contribuyó a la estrategia de los payaneses de sonsacarle al prusiano la mayor cantidad posible de información. Las cartas de Caldas están sazonadas con especias sobre el asunto. “Aprovecharse de las luces” del barón; “tomar de él las ideas fundamentales en todos los géneros”; “acompañarlo a todos los lugares”; “copiar” cuanto diga o escriba; “pillarlo” y hasta “chuparlo como sanguijuelas”. Esta estrategia pudo funcionar con el criollo Sebastián López Ruiz, quien ignoraba los principios de la historia natural; aplicarla a un europeo de la talla de Humboldt fue sin duda una torpeza que comprometió la relación con el futuro patrón de la ciencia sobre América en Europa. (En compañía … 2018, 49)

El afán devorador de Caldas alertó a Humboldt y puso en evidencia la estrategia en curso. Tan pronto como advirtió que Caldas se interesaba por la geografía le restringió el acceso a sus manuscritos, Violando el permiso que le había sido acordado, Caldas copió “una gran parte de los manuscritos del Barón” (carta 60), exceptuando los relativos a “usos y costumbres”, escritos en alemán “para ocultarlos más”, según imaginaba Caldas (carta 61). El 3 de abril de 1802 Humboldt le manifestó sin miramientos la decisión de viajar sin su compañía (En compañía … 2018, 54)

Es indudable que Humboldt descubrió las maquinaciones. Menos evidente es que la negativa implicó a Mutis, quien le había confiado a Caldas la misión de

copiar las observaciones de este franco y generoso viajero, sus mapas, sus animales, tomar un ejemplar de las plantas que pone en su herbario, y de los minerales que recoge, oírlo discurrir sobre nuestras manufactures, economía, rentas, agricultura y apuntes; ponerlo todo en nuestra lengua y publicarlo en La Nación (carta 56).” (En compañía … 2018, 54).

La despedida de Bogotá estuvo marcada por la noticia de la caída en desgracia de Mariano Luis de Urquijo. El inusual registro del pasaporte en Popayán habrá sido una reacción a las advertencias del virrey y, en cierta forma, un reflejo del cambio en el ambiente político relacionado con el regreso de Manuel Godoy al poder. A esto se añade lo que Humboldt anotó sobre el gobernador y el obispo de Popayán a quienes consideraba, “a pesar de las recomendaciones del virrey que yo llevaba, y a pesar de las muchas visitas que ambos me hacían, absolutamente inaguantables” (Humboldt 2005a, 83; 2003, t. I, 149). Es posible que las frecuentes visitas se debieran más a la desconfianza de los funcionarios que a la cortesía con unos viajeros recomendados tanto por la corona como por el virrey, aunque el pasaporte siguiera siendo una fuerte protección.

La observación de Caldas acerca del uso del idioma alemán para ocultar las observaciones sobre “usos y costumbres” de los territorios visitados es de mucho interés para una reflexión sobre los cambios de idioma en los diarios de Humboldt. En el ya completamente digitalizado diario del viaje desde La Coruña hasta Cumaná (Humboldt 1799)10 se observa un constante cambio entre el francés y el alemán. El primero se puede caracterizar como el lenguaje científico, utilizado para las múltiples anotaciones de mediciones, acompañadas de datos botánicos en latín, mientras que el alemán es el lenguaje más personal para, como lo observó Caldas, registrar “usos y costumbres” y las reflexiones personales del autor sobre la situación social.

Tal como consta en publicación de las siguientes etapas del viaje, el alemán siguió siendo el idioma usual hasta la salida de Pasto hacia Quito. Una excepción constituye la descripción del “volcán de Pasto”, de diciembre de 1801, texto científico redactado en francés y posiblemente concebido para una eventual publicación en una revista francesa. El relato del viaje a Quito, con sus observaciones sobre la difícil situación económica de la región de Pasto, nuevamente fue escrito en alemán. A partir la descripción de la capital de la Audiencia el lenguaje del Diario, con la excepción de una frase introductoria, cambia al francés (Humboldt 2005a, 94–98, 111 ss.; 2003, t. I, 158–162, 169 ss). ¿Cuál fue el motivo de este cambio? Una posible explicación se encuentra años después, en 1808, en un juicio contra dos jóvenes españoles quienes, por noticias enviadas desde Popayán, fueron encarcelados en Quito y llevados ante los tribunales. Las sospechas contra los dos peninsulares, que estaban atravesando el continente desde Cartagena para llegar a Lima o Buenos Aires, se basaban en sus anteojos de larga vista, los materiales para levantar mapas y planos, así como cuadernos en los que apuntaban datos en clave. En su alegato el defensor mencionó los trabajos de Humboldt y sus apuntes en “caracteres teutónicos” (Borchart de Moreno 2011, 119–120).

¿Había llegado alguna alerta o denuncia desde Popayán? El marqués de Selva Alegre, anfitrión de Humboldt y Bonpland y amigo cercano del presidente Carondelet, tenía los contactos para enterarse de un eventual aviso enviado por las autoridades de la gobernación. Además, las relaciones entre Quito y los territorios septentrionales de la Audiencia siempre habían sido muy estrechas, tanto en el campo económico como por las relaciones de parentesco; y el obispo quiteño, José Cuero y Caicedo, oriundo de Cali, había sido deán de la catedral de Popayán en 1799 y fue consagrado, en 1801, para su nuevo cargo por el obispo que tan asiduamente visitaba a los dos científicos (Borchart de Moreno 2011, 172–174). Es posible que alguna de las personas cercanas a las autoridades de la Audiencia haya recomendado el uso del idioma francés para evitar sospechas.

En Quito no había científico alguno de la formación y experiencia de un José Celestino Mutis, ni el fasto de las recepciones bogotanas. Los viajeros se encontraron, de todas maneras, con anfitriones muy generosos; el ambiente alegre del período de las fiestas alrededor del día de Reyes y los inicios del carnaval, marcado por festividades públicas, incluidos los excesos de la temporada (Borchart de Moreno 2006, 455–456). Entre sus interlocutores más importantes se debe mencionar a Francisco José de Caldas, el naturalista autodidacta oriundo de Popayán con quien, a pesar de las divergencias por la negativa de Humboldt de incluirlo en su grupo para el recorrido desde la Audiencia hasta Europa, se estableció un contacto epistolar sobre temas de interés de ambos. Hubo un grupo de jóvenes entusiastas, tildados de “obscenos, disolutos” por Caldas (Humboldt 2005a, 147–148), que participaron en las excursiones a los volcanes y otros sitios notables en los alrededores de la ciudad. Cabe señalar, además, la colaboración realizada por personas de diferente formación y condición social, quienes redactaron informes sobre varios temas de interés para Humboldt, desde los riesgos volcánicos del monte Imbabura, recuerdos de una erupción del volcán Cayambe, la Expedición de Límites, las erupciones del volcán Cotopaxi y los terremotos en el corregimiento de Latacunga, pasando por la situación de la producción textil hasta la “historia mítica” de un cacique del corregimiento de Riobamba (Humboldt 2005a, 323–325, 326–328; Humboldt 1993, 174–179, 183–186; Büschges 1995).11

La ya mencionada crítica de Caldas a los compañeros de fiestas y excursiones al igual que la carta del botánico panameño Sebastián López Ruiz al director del Jardín Botánico de Madrid, no tenían un matiz político, sino que describían a Humboldt como un hombre poco serio, más dedicado a la diversión que a las investigaciones (Humboldt 2005a,146–148), algo que el prusiano ya había experimentado con el rumor de su viaje en compañía de una prostituta, que le precedió en Bogotá (Humboldt 2003, t. I, 93). Recién en 1815, en medio del conflicto entre España y sus territorios americanos, Pedro Pérez Muñoz, un español avecindado en Quito, dejó constancia por escrito de una crítica política, algo que posiblemente, ya se opinaba en algunos círculos quiteños, aunque en forma reservada, durante la visita de los científicos, tanto por la incuestionable licencia real como por sus cordiales relaciones con las autoridades y con miembros prominentes de la sociedad.

A las sospechas que pueden haber existido en 1802, se añadió la experiencia de la guerra de Independencia española, de 1808 a 1814, y de los conflictos americanos a partir de 1809. En la retrospectiva de Pérez Muñoz, Napoleón habría sido el gran visionario que, siendo todavía Primer Cónsul, utilizaría a los científicos como vanguardia para preparar su monarquía universal. Tampoco podían faltar en este cuadro Manuel de Godoy, el Príncipe de la Paz y hombre poderoso a partir de 1801, después de la caída de Urquijo, así como algunos de los principales miembros de las Juntas quiteñas. Para completar la enumeración de los defectos del “Barón Umbol”, se le acusa de haber fundado una “logia de Jacobinos” o “la Grande Compañía de Francomasones”: esta última variante en una estrofa dedicada al prusiano como parte de un largo poema difamatorio contra los quiteños “patriotas” (Borchart de Moreno 2011, 120–121).

Con la llegada a Lima los apuntes de Humboldt ya no tienen la forma de un diario (Humboldt 2003, t. I, 281–284) y aun combinado con su correspondencia ofrecen información muy escasa de los dos meses de estadía en la capital del virreinato y su puerto.

Pocas son las cartas escritas en Lima en noviembre. En dos de ellas, las más largas escritas al mes de haber llegado a la ciudad y destinadas a su hermano Wilhelm y a su amigo Delambre en París, se ofrecen resúmenes de sus viajes, experiencias y experimentos anteriores a la estadía en Lima, pero ningún dato sobre la ciudad misma (Humboldt 2003, t. I, 199–215; Humboldt 1989, 80–92). En la carta al virrey del Nuevo Reino de Granada, anterior a las dos mencionadas, agradece las recomendaciones de éste que sirvieron para ser recibido por el virrey, Gabriel Avilés del Fierro (1801–1806), y por el regente de la Audiencia, Manuel de Aredondo, cuya casa “es de las más frecuentadas, en un país en que son bien raros el trato y la sociedad.” Después de un muy breve resumen de su estadía en Quito y el viaje al sur, recorrido en el que se encontró con la “excecrable ignorancia de los mineros” en el cerro de Hualgayoc, expresa, en pocas frases, su desilusión con lo que ha podido observar en las regiones visitadas y en la capital (Humboldt 1993, 195–196).

En una carta escrita en Guayaquil y destinada a su anfitrión José Ignacio Checa, gobernador de Jaén de Bracamoros (Borchart de Moreno 2011, 209–211), nuevamente manifiesta su desilusión; esta vez con algo más de información sobre la sociedad capitalina, especialmente su obsesión con los juegos y las disensiones entre familias, “estas funestas disensiones alentadas por el gobierno y que hacen inhabitables poco a poco una de las más bellas regiones de la tierra”. (Humboldt 1993, 217–219).12

El virrey quien, en 1801, se enteró de la herencia del título de marqués de Avilés que había sido de su hermano, llegó a Lima en noviembre de este mismo año, ya “cubierto de años, achaques y cicatrices”, según las aseveraciones de R. Palma (1964, 647). Era militar de formación y carrera como su contraparte bogotana, pero, a diferencia de éste, con una larga experiencia en altos cargos civiles, como el de virrey del Río de la Plata y capitán general de Chile, esta última posición considerada como uno de los pasos previos para el nombramiento de virrey del Perú (Palma 1964, 677, 811). Había llegado al Perú en la época del virrey Amat (1761–1776). En 1780 fue mandado con tropas a sofocar rebelión de Túpac Amaru. En 1781 solo es mencionado como coronel al mando del cuerpo de reserva (Lewin 1957, 268, 486, 488), pero en 1783 firma, junto con el oidor Benito de la Mata Linares, la horrenda sentencia contra el primo de Túpac Amaru, Diego Cristóbal, y los demás acusados por la rebelión (Lewin 1957, 742–744), sentencia a la que obviamente se refería R. Palma al decir: “Excesivo fue el rigor que empleó Avilés en esa campaña.”(Palma 1964, 821–822).

En 1793 fue subinspector general de guerra y además gobernador militar y político del puerto y presidio de Callao (Rizo-Patrón Boylan 2001, p. 89, nota 158). De sus años como virrey poco se sabe, puesto que los autores que han tratado la transición del siglo XVIII al XIX prácticamente no mencionan su nombre, sino que pasan del gobierno de Ambrosio O’Higgins (1796–1800) al de José Fernando de Abascal y Sousa (1806–1816), el virrey que encabezó la contra-independencia y recibió el título de marqués de la Concordia (Hamnett 2013). Quedan, por lo tanto, las observaciones de R. Palma para tener alguna idea del representante de la corona española en el Perú. Según el autor de la “Tradiciones peruanas”, Avilés, que era “tan bueno como biscocho caliente”, y su mujer, la limeña Mercedes Risco, dieron los fondos para establecer el hospital del Refugio para mujeres, y bajo su gobierno se ordenó la construcción del fuerte de Santa Catalina para el cuartel de artillería. Con alguna frecuencia Avilés daba largas a los asuntos del gobierno y se dedicaba más bien a las prácticas religiosas o, para utilizar una expresión popular: “En la oración hábil es, y en el gobierno inhábil es”. Su personalidad se resumía en el apodo de “Virrey devoto.” (Palma 1964, 822, 833).

La afirmación de que “con el recibir y pagar las visitas de toda la ciudad se va el tiempo” (Humboldt 1993, 218) contrasta, extrañamente, con la falta de menciones a personas, ya sean de los círculos sociales cercanos a la Corte o de los intelectuales vinculados a la Universidad de San Marcos o al Convictorio de San Carlos. Ni siquiera consta el nombre de José Hipólito Unanue, el ilustrado médico, a quien el anfitrión de los viajeros en Cartagena, José Ignacio Pombo, había dirigido una recomendación y a cuyas tertulias parece haber asistido Humboldt (Humboldt 1993, 353).13 Posteriormente Pombo, en una carta a Humboldt escrita en 1803, cuando su huésped ya se encontraba en la Ciudad de México, se refirió a los círculos intelectuales peruanos en los siguientes términos:

En México habrá Vm. encontrado más opulencia, mejores costumbres, y m.or proporción p.a la cultura del espíritu q.e en Lima, p.ro las disposiciones nac.s de los Peruanos p.ra las Ciencias, son superiores a las de los Mejicanos. Los vicios de aquellos son Hijos del Gov.o; y donde hay no sólo tan pocos medios p.a saber sino tamb.n mil obstáculos que vencer ning.n estímulo; y desprecio de la sabidur.a es singular se hallen Hombres del mérito de Urquisu, Onanue, Coquete, y otros. (Humboldt 1993, 240).

Gaspar Urquizu Ibáñez, “el hombre más sabio y amable de esta capital” era jurista, a quien no se hacía mucho caso por no dedicarse al juego, mientras José Coquete y Fajardo era profesor de mineralogía en Lima y había sido el primer director del Tribunal de Minería (Humboldt 2003, t. I. 276–278; t. II, 417; 1993, 218, 221, 353). Entre los “otros” cabe mencionar sobre todo al padre Diego Cisneros, español de la orden de San Jerónimo y director de la biblioteca universitaria, quien atendió a Humboldt en sus búsquedas bibliográficas y le proporcionó datos de sus propias investigaciones. Posteriormente, Unanue criticó a Humboldt por el uso de las cifras demasiado bajas de población indígena del antiguo Perú, aportadas por Cisneros, puesto que éste, como español peninsular, supuestamente procuraba dar una imagen más positiva de la conquista española. Una de las funciones del padre Cisneros, quien llegó al Perú en 1773, al haber terminado su cargo como confesor de la reina María Luisa, había sido el control de los libros prohibidos por la Inquisición. El Tribunal de la Inquisición le había culpado de regalar o vender los libros confiscados (Humboldt 2003, t. II, 356, 357, 369, 417). En palabras de R. Palma (1964, 1285):

El padre Diego Cisneros, monje de la orden de San Jerónimo del Escorial, denunciado en Lima, en 1796, por tener libros prohibidos y sostener proposiciones heréticas. El padre jeronimita es notable en nuestra historia como propagandista de la doctrina liberal.

Investigadores peruanos como T. Hampe Martínez (2007) y S. O’Phelan Godoy (2010) trataron de encontrar explicaciones para la visión negativa de Humboldt. Mencionan, como posibles elementos, la altura y el frío de las minas y el deprimente clima de la capital, elementos que poco impacto tenían en viajeros como Humboldt y Bonpland, quienes habían atravesado las selvas del Orinoco y escalado los nevados de la Audiencia de Quito Ante esta inquietud sorprende la falta de mención de un dato básico, recopilado por R. Palma en sus “Anales de la Inquisición de Lima”, basados en su análisis de los fondos inquisitoriales, lamentablemente conservados en forma muy incompleta. En esta publicación, que se conoce al menos desde mediados del siglo XX, consta entre los 29 denunciados de 1801 a 1806, “El barón de Nordenflicht, denunciado en 1800 por tener obras prohibidas, como la comedia La madrastra, en que se impugna el voto de castidad” (Palma 1964, 1289).14 Los mineros, muchos de ellos luteranos, cuyo jefe era Nordenflicht, contratados en Freiberg para asesorar las explotaciones mineras en los virreinatos de México, Nueva Granada y Perú ya habían tenido conflictos con la Inquisición en Cádiz, porque en sus equipajes se hallaban baúles con libros, muchos de ellos en alemán (Flores Clair 2011, 234–235).

Las experiencias recientes de Cisneros y Nordenflicht habrán sido un llamado a la cautela en los contactos, los apuntes y la correspondencia. La caída de Mariano Luis de Urquijo poco después de haber limitado mediante decreto, en octubre de 1799, las actuaciones de la Inquisición contra los cónsules extranjeros, un arzobispo conservador y el gobierno de un “virrey devoto”, de cuyos favores dependían el clero y la elite, deben haber tenido su impacto en la sociedad, especialmente en los círculos ilustrados interesados en la lectura de obras extranjeras, más que nada de autores franceses. Para personas “doctas y pías” existía la posibilidad de obtener, con un trámite complejo, una licencia para acceder a libros prohibidos, pero había también múltiples formas de adquirir e introducir en el virreinato libros vetados por la Inquisición. Cádiz, con sus numerosas casas comerciales francesas, era un importante centro de abastecimiento. (Romero Peña 2011 a, 61; Guibovich Pérez 2007, 88, 97–98; 1988, 49–50; Espinoza Ruiz 1999, 235).

En el inventario de libros del Santo Oficio de 1813 la versión francesa del libro de Georg Forster no consta (Guibovich Pérez 2007, 86; Eguiguren 1940, t. I, 652–661), pero su relato de viaje por el Rin, Flandes y los Países Bajos debe haber sido conocido en Lima. Solo así se explica un documento muy peculiar, algunos de cuyos detalles habrán circulado en Lima, aunque no de forma oficial. Los datos tergiversados deben haber sido proporcionados por alguna autoridad que también habrá ordenado su registro en la bitácora de la corbeta Castor, barco que transportó a Humboldt, Bonpland y Carlos Montúfar de Callao a Guayaquil. Antes de zarpar, su capitán José de Moraleda y Montero hizo las anotaciones acostumbradas: el tamaño y el estado del barco de 446 toneladas, la tripulación, las provisiones de víveres y agua, un grupo de pasajeros que iba a desembarcar en Guayaquil para tripular la goleta que debía participar en la expedición hacia las costas septentrionales de los dominios españoles. El registro de los pasajeros civiles es incompleto, ya que no incluye a Montúfar. En vista de que Humboldt y Bonpland viajaban con una licencia real, un pasaporte de valor incalculable según F. Holl (Humboldt 2017: 73–74), debidamente certificada en los lugares anteriormente mencionados, no existía necesidad alguna de registrar más que los nombres y el destino de los pasajeros.

En el cuarto acápite el comandante de la corbeta anotó:

Entre los varios Pasageros Militares, y Particulares que de orden superior conducimos para Huayaquil, y Panamà, es uno el Sôr. Alexandro Federico Baron Dunbolt Natural de Berlin. Este Joven Prusiano, cuya educación instructiva fue encargada al havil M.r Foster [Georg Forster], viajó con este por gran parte de la Alemania, Francia, è Ynglaterra el espacio de 5 años, hasta que habiendo tomado Foster con el mayor ardor el partido de la revolucion de la Francia, lo dejó el Baron y regreso à Berlin donde entró en el cuerpo de la Mineria y nombrado consegero de las Minas de Friver [Freiberg], cuya Plaza conserva por S. M. P.[¿Su Majestad Prusiana?], y obtenido su permiso y recomendación para viajar por las Yndias Occidentales, lo ha verificado discurriendo la costa y provincia toda de Venezuela, el Rio del Orinoco y parte del Negro hasta el fuerte de S.n Juan de Maribitana de los Portugueses: del Rio Negro pasó otravez al Orinoco por el Caudaloso Casiquiare, y bolvio à navegar el Orinoco hasta el Pueblo de Esmeraldas, y de este hasta la angostura; y p.r los llanos de Nueva Barcelona à Cumana, y de esta à la Havana.. De esta Ciudad pasò à la de Cartagena, y por el Rio de la Magdalena à Santa Fee de Bogotà: de esta Capital se dirigió à la del Perù por la montaña de Quinduy, ciudades de Cartagena, Popayan, Quito, Cuenca, Loxa, Xaen de Bracamoros, donde reconoció la parte del Marañon inmediata, y pasò à lo mismo al Mineral de Huargayoc ô Chota, siguiendo su marcha por Caxamarca y Truxillo à Lima, de donde se dirige à Huayaquil para viajar desde el à Acapulco.

Posee el Viagero el Derecho y Diplomacia; la Quimia, y Mineralogia; la Botanica, y demás ramos de Historia Natural, y no vulgares conocimientos dela Astronomia. Le acompaña M.r Alexandro Bonpland Natural de Neufchatel en la Suiza. El fin de los Viages del Baron y su asidua aplicación, es dar una Fisica General del Mundo, y Bonpland observa y trata la parte de Historia Natural, y de costumbres de los diversos Paises que discurren, y la Medicina. Pero una tal obra parece pide para su exactitud alguna mas detención que la que emplean en los Viages que hacen al intento, pues en ellos han corrido, si con intrepidez, también como un torrente rapido una inmensidad de Pais en mui poco tiempo.

Como parece preciso haya de tratarse en la Obra “Fisica General del Mundo” que el Baron Dumbolt se ha propuesto dar, sobre los diferentes estados de frio y calor respectivos delas Aguas del Mar, ya para los diversos fines aque puedan aplicarse los resultados de sus observaciones, ô para el utilísimo (si llegase à realizarse) de haveriguar por ellas las cercanías inesperadas à la Tierra, Bajos, ù otros riesgos de la Navegacion, como se promueve en la Memoria de Jonathan Williams, Jun, presentada à la Sociedad Filosofica Americana de Filadelfia en 1790, y traducida è impresa en nuestro Ydioma de R.l Orden, en 1794, sobre el uso del termómetro en la Navegacion; el citado Baron ha hecho varias Observaciones en el Puerto del Callao introduciendo el Termometro en la Mar, y de sus resultas nos ha asegurado, que haviendolas practicado en todas las Costas y Puertos de la America en que ha estado, en ninguno ha encontrado en el Agua el grado de frialdad que en este Puerto. Muchas razones podrá hallar el Baron para esa particular frialdad; pero me parece, que una Atmosfera casi constantemente toldada como esta, debe entrar en el numero de las demás.15

La enumeración es una hábil construcción de datos de la vida de Humboldt con información claramente falsa como los cinco años de viaje con Forster, su continuado servicio al rey de Prusia y su avance hasta el fuerte portugués de San Juan [sic] de Marabitana, a lo que añade la duda de que un viaje “relámpago” pudiera tener una meta científica.16 ¿Quién fue el autor de este texto que siembra dudas acerca de las intenciones del viaje? ¿Con qué finalidad se registró en la bitácora? ¿Tuvieron conocimiento los viajeros de este texto o de alguna de sus aseveraciones? A esto se pueden añadir preguntas acerca del círculo científico limeño. ¿Cuáles fueron las reacciones de las personas que estuvieron en contacto con los viajeros? ¿Hubo cautela debido a la vigencia de la Inquisición y a la situación política o un resentimiento parecido al del grupo de Caldas ante las libertades de dos viajeros que podían investigar sin el acompañamiento y control por parte de ilustrados criollos? Parece que, fuera del contacto con el clérigo Cisneros, no se dio ninguna colaboración estrecha parecida a la que había existido entre Humboldt, Bonpland y Caldas en Quito. Eventualmente, en algún momento, el descubrimiento de más apuntes de Humboldt, tal como el hallazgo de su diario del viaje de la Ciudad de México a Veracruz en Cracovia (Humboldt 2005b), o de documentos limeños, tanto oficiales como privados, ofrezcan una visión más detallada de la estadía en la capital del virreinato del Perú.

Para los científicos y su acompañante quiteño el viaje en el Castor terminó en Guayaquil donde Humboldt aprovechó el tiempo de espera, hasta embarcarse para Acapulco, con la elaboración de dos importantes resúmenes de sus experiencias. El primero es el bosquejo de su “Geografía de las Plantas” enviado a Caldas para que lo reenvíe a Mutis en Bogotá, donde se conserva en el Museo Nacional de Colombia (El regreso de Humboldt 2001, 78). El segundo trabajo, su condena al colonialismo bajo el título “Colonies” (Humbold 1982, 63–67; Humboldt 2005a, 290–292) es mucho menos conocido. Parece tratarse de una reflexión resumida de sus observaciones de la sociedad limeña y del gobierno del virreinato que después de algunas observaciones positivas sobre sus experiencias peruanas, manifestó en la carta a José Ignacio Checa:

Una cosa muy triste y que explica el estilo del Gobierno presenta la reflexión presente. En Lima mismo no he aprendido nada acerca del Perú. Allá nunca se trata de algún objecto que es relativo a la felicidad pública del Reyno. Lima está más separada del Perú que Londres y aunque en ninguna parte de la América española se peca por demasiado patriotismo, no conozco otra en la qual este sentimiento sea más apagado. Un Egoismo frío gobierna a todos y lo que uno no sufría mismo no dé cuidado al otro. Después de Urquizu y del B.n de Nordenpflicht (hombre de un carácter dócil y excelente) me ha el más interesado en Lima el Padre Cisneros del Escorial, hombre de mucho talento y de un patriotismo poco común entre los Españoles Europeos. (Humboldt 1993, 218–219).17

El ya mencionado texto de Humboldt sobre las colonias contiene una fuerte crítica a las elites criollas y a algo para lo cual aún no existía un término preciso: el colonialismo interno. Junto con la primera versión de la “Geografía de las plantas” resume una importante etapa del largo viaje, cuyas implicaciones políticas han sido el motivo del presente artículo. La licencia real siguió protegiendo a los dos científicos, pero las circunstancias políticas metropolitanas cambiaron y, posiblemente, influyeron en las actitudes de algunos funcionarios. Las recientes investigaciones colombianas relacionadas con la correspondencia entre Mutis y Caldas demuestran que también la actitud de círculos ilustrados criollos puede haber influido en la visión de regiones y sociedades que Humboldt registro en sus diarios y su correspondencia. Futuras investigaciones de la visión “de los otros”, sean ellos funcionarios o personas privadas, al igual que de informaciones acerca de la situación política española que hayan podido ser enviadas a Humboldt después de la noticia de la caída de Urquijo, podrían aportar nuevos conocimientos para entender mejor el viaje científico en su contexto político, social y temporal y la decisión de Humboldt de no retornar a Europa vía España, sino dirigirse de Cuba a Filadelfia. Al enfrentar, durante la travesía, una fuerte tempestad que amenazaba con hundir el barco y causar la muerte de su tripulación y pasajeros, Humboldt justificó ante si mismo este viaje “qui ne paraissait pas de toute nécessité (quoique entrepris pour sauver nos m[anu]s[crit]s en collections contre la perfide politique espagnole) … (Humboldt 2003, T. I, 397–398; T. II, 302). Resultó largo el recorrido desde el entusiasmo de los días madrileños, pasando por la reflexión sobre el triste destino del investigador Alejandro Malaspina, encarcelado de 1796 a 1803 en el fuerte de San Antonio en La Coruña y luego desterrado (Humboldt 2000, 58, 576–577), la preocupación por la caída de Mariano Luis de Urquijo, hasta la declaración sobre la pérfida política española.

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Suplemento al índice expurgatorio: www.fondosdigitales.us.es/libros/5454/25/suplemento-al-indice-del-año-de-1790-que-contiene-los-libros-prohibidos-y-mandados-expurgar-de [revisado 31. 1. 2019] o www.cervantesvirtual.com>obra>suplemento-al-indice-expurgatorio-del-año-de-1790 donde consta un enlace externo al Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla que lleva a: archive.org/details/A0403091502.

1 En la expresión “… distinguido por la reina y el rey …”, el anteponer a la reina, parece inusual. Quizás sea un indicio, ¿inconsciente?, de lo que, según el embajador danés en la corte de Madrid, calificaba como un “comité secreto” con el que la reina, los embajadores sajón y holandés, así como Urquijo influían las decisiones políticas (Puig-Samper 1999, 333). Para esta cita se ha utilizado la traducción al castellano de la edición Humboldt 1989, 67.

2 “que podían hacerme sentir inseguro por mi destino.” (traducción de la autora).

3 Una detallada descripción de las intrigas en la Corte y los conflictos entre Urquijo y Godoy fue publicada por el periodista español, asilado en Gran Bretaña, José María Blanco White (Romero Peña 2011 b, 120–123).

4 Cabe señalar que esta publicación se realizó en momentos muy difíciles, cuando, por las tensiones políticas relacionadas con la situación en Francia, estaba prohibida la importación de publicaciones francesas y, durante un año, la aparición de periódicos españoles (Mas Galvan 2017, 180; Ricketts 2013, 409).

5 Según el investigador Hanno Beck, el aprecio y cariño que Humboldt tuvo por Forster se refleja en la selección del término “Ansichten” para su libro sobre la naturaleza, traducido al inglés como “Aspects and Views”, “Tableaux de la Nature” en francés y “Vistas” o “Cuadros de la Naturaleza” en español, ya que el libro sobre el viaje realizado en 1790 utilizaba la misma palabra (Minguet, Duviols 1989, 13). El influjo de Forster parece poder detectarse aun en la pintura, puesto que el retrato de Humboldt pintado en 1806 por F. G. Weitsch representa al investigador sentado, rodeado de un paisaje tropical con una vista lejana hacia una orilla de mar y las siluetas de unas rocas (Nelken 1980, 68–69), cuya composición recuerda elementos del retrato de Johann Reinold Forster y su hijo Georg, en Tahití, pintado por John Francis Rigaud en Londres, en 1780. Humboldt habrá visto este cuadro durante su estadía en 1790. Sobre el viaje de Forster y Bonpland cfr. también Garrido, Puig-Samper (2013, 71–92).

6 Los Anales de Historia Natural se pueden consultar en una nueva edición: Anales de Historia Natural, edición facsímil, con introducción y notas de Joaquín Fernández Pérez. Madrid, Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología, 3 vols., 1993.

7 El duplicado de la carta reservada del 19 de julio de 1801, de don Pedro Mendinueta a don Pedro Cevallos se halla en: AGI, Estado, 52, N. 113.

8 Archivo Nacional Quito, Copiadores, Caja 6, 1798–1806. Los cuatro libros registran la correspondencia de oficiales de la Real Hacienda y de la Administración de Alcabalas.

9 Agradezco al doctor José Antonio Amaya de la Universidad Nacional de Colombia por haberme proporcionado el citado libro.

10 Agradezco al/a la colega que revisó la primera versión por indicarme esta publicación digital.

11 Para datos más detallados sobre los autores José Posse Pardo, José Xavier Ascásubi, Miguel Hernández Bello, Salvador Puigvert, Juan Larrea y Leandro Sepla y Oro cfr. Borchart de Moreno 2011, passim.

12 En relación a las reuniones sociales dedicadas al juego, menciona la “casa de los Gaenzas o del Marqués de Medina”, un apellido y un título sin información adicional. Cabe señalar que en el muy detallado estudio sobre la nobleza limeña de P. Rizo-Patrón Boylan (2001) no existe el título de Medina. Tampoco menciona el autor a los Gaenza. Es posible que en este caso se trate de un error de transcripción, puesto que en Lima vivía un nieto de la VII. marquesa de Maenza, limeña casada y radicada en Quito. El título pasó a su nieto quíteño, Juan José Matheu Herrera, uno de los jóvenes acompañantes de Humboldt en sus excursiones. Al nieto limeño, Hurtado de Mendoza Matheu, único hijo del conde de Cumbres Altas, a su vez limeño y con una muy accidentada carrera como oidor en Quito, y de Catalina Matheu Aranda, todavía en 1818 le llamaban el marqués (Borchart de Moreno 2018; Borchart de Moreno 2011, 148–149).

13 Supuestamente, J. H. Unanue es mencionado también en una carta a Sebastián López Ruiz, escrita en Quito en febrero de 1802. Parece que se trata de una equivocación, ya que la persona mencionada es Pedro de Ugarte (Humboldt 1993, 166, 353).

14 En 1803 fue acusada su mujer por leer “malos libros”; en 1804 fue el turno de su hijo, Cristian, “por impedir que se bautizase a sus hijos naturales” (Palma 1964, 1285, 1290).

15 Diarios de los viajes desde el Puerto del Callao alos de Huayaquil y Panamà, y de estos al reconocimiento y demarcación de las costas de Veragua, Rica, Nicaragua, y Huatemala: hechos de orden de el Rey sobre la Corveta de S. Magestad nombrada Castor, por su Comandante D. José de Moraleda y Montero, Teniente de Fragata de la Real Armada y Ayudante del Cuerpo de Pilotos de ella en el Apostadero deel Callao de Lima. Años de 1803 y 1804. Museo Naval Madrid, Ms. 612. Agradezco al amigo y colega, Dr. Octavio Latorre quien, con mucha generosidad, me cedió una copia de este documento revisado por él en Madrid.

16 Una duda similar insinuó, en 1815, Pedro Pérez Muñoz, al anotar: “Llega a Quito y estúvose seis meses el que no paraba ocho días en ninguna parte.” (Borchart de Moreno 2011, 121).

17 La afirmación de no haber aprendido en Lima nada sobre el Perú, tiene sustento en los pocos informes que recibió: de Friedrich Mothes, el minero especialista alemán y compañero del barón Nordenflicht, sobre la mina de Huancavelica; de Andrés Lebonido sobre la cascarilla con unos pocos datos de la quina procedente de la intendencia de Tarma y de Jauja; la carta de Nordenflicht con información personal y algunos datos sobre una expedición española a Tahití y el paso de J. Cook por la isla de Pascua (Humboldt 1993, 191–193, 215–216, 221–222).

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